Sindicalismo en Latinoamérica: entre demandas laborales y respaldos al líder de turno

Bogotá, 26 abr (EFE).- La situación de los movimientos sindicales en Latinoamérica es tan dispar como los Gobiernos de turno, y van desde el caso de Argentina donde casi a diario se movilizan en contra de las medidas estatales o la ‘luna de miel’ que se vive en Brasil o Bolivia. En todos ellos, sin embargo, las demandas salariales y por un trabajo digno son las principales reivindicaciones.

Desde 1960, el sindicalismo en la región ha cobrado más relevancia, gracias a la ratificación de varios acuerdos con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que garantizan en la mayoría de los países los derechos de los trabajadores, al tiempo que el estigma sobre las movilizaciones, como las del Primero de mayo, ha disminuido.

Representatividad e influencia 

El movimiento sindical en Argentina es uno de los más grandes y fuertes de la región y muestra de ello es su capacidad de negociación de los salarios por sector de actividad.

Un 38 % de los trabajadores formales pertenecía a algún sindicato en 2018, aunque las condiciones de los convenios colectivos o negociaciones paritarias se aplican al 90 % de los asalariados, independientemente de que estén o no afiliados.

Los sindicatos mexicanos vivieron un impulso tras la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia del país en 2018, en sectores estratégicos como el de la automoción, participando el 12,7 % de los ocupados en alguna de las agrupaciones que forman la Confederación de Trabajadores de México (CTM).

En Brasil, todos los trabajadores están afiliados al sindicato de su categoría profesional por ley. Pese a ello, el movimiento sindical está muy debilitado por la falta de recursos después de que desde 2017 se eliminara la obligación de cada empleado a contribuir económicamente.

En Colombia, hay 19,9 millones de trabajadores, de los cuales 856.099 son miembros de sindicatos, (el 4,28 %), según el último censo de la Escuela Nacional de Sindicatos (ENS).

Los sindicatos chilenos han ido recuperándose de la situación en la que quedaron tras la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), hasta alcanzar en 2022 un total de 1,2 millones de afiliados (el 16,2 % de los ocupados), según el Anuario Estadístico de la Dirección del Trabajo (DT).

El mercado laboral peruano está profundamente marcado por la informalidad, en la que se encuentran el 75 % de los trabajadores, una situación que limita profundamente la capacidad de organización de los sindicatos, que han perdido afiliados hasta apenas agrupar al 5 % de los asalariados del sector privado.

En Uruguay, el sindicato PIT-CNT cuenta con unos 400.00 afiliados de una población activa de cerca de 1,5 millones de personas, en la que también hay patrones y pequeños empresarios.

Los principales sindicatos y asociaciones agrarias y obreras de Bolivia están afiliados a la COB, la principal plataforma de representación con 72 años de existencia que, además, forma parte del ‘Pacto de Unidad’, que agrupa a sindicatos y organizaciones afines al Gobierno.

En Bolivia, existen además asociaciones de trabajadores libres como comerciantes o transportistas que suelen plantear demandas laborales y que reciben el nombre de sindicatos.

Salarios, empleo, igualdad 

Las demandas de los sindicatos siempre han estado relacionadas con los salarios, las condiciones laborales y, más recientemente, la equidad de género en cuanto a salarios, responsabilidades y cargos.

En Argentina las reivindicaciones tienen que ver con la pérdida de poder adquisitivo de los salarios ante una inflación cercana al 300 % anual y la caída del empleo privado formal debido a la recesión, principalmente en el sector de la construcción.

Los sindicatos rechazan además la reforma laboral aprobada dentro del decreto de necesidad y urgencia por el Gobierno del ultraliberal Javier Milei en diciembre pasado, cuando asumió la Presidencia del país.

A diferencia de la situación en Argentina, en otros países como Brasil, México, Colombia o Bolivia los movimientos sindicales son aliados de los gobiernos de turno.

En Colombia, sindicatos como la CUT o la CGT apoyarán al Gobierno en la aprobación de reformas sociales, como laboral o la de pensiones, y abogarán por la reforma de la Salud, que el Ejecutivo quiere retomar tras ser rechazada en el Senado.

El presidente de Colombia, Gustavo Petro, quien ha propuesto la convocatoria de una asamblea constituyente para reformar la Constitución y de esa forma aprobar las reformas que el Congreso ha rechazado, acudirá a la manifestación del Primero de Mayo para captar el apoyo de las fuerzas sindicales.

En Brasil, la conflictividad laboral está en mínimos debido a la proximidad entre el Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, antiguo líder sindical, y los sindicatos con los que mantiene relaciones amistosas -asistirá como invitado a los actos del Primero de Mayo- que han dado como fruto reformas laborales alineadas con sus demandas.

Entre los principales reclamos de los sindicatos chilenos está la negociación colectiva por sector, un tema que quedó en el aire en la reforma laboral aprobada por la entonces presidenta Michelle Bachelet, así como la mejora de las condiciones de los funcionarios públicos.

Otras demandas recientemente impulsadas por el movimiento sindical tienen que ver con el aumento del salario mínimo, la aprobación de las reformas tributaria y de pensiones, una mayor financiación a la educación pública y un nuevo modelo de desarrollo centrado en la pequeña y mediana empresa y el cooperativismo.

En Uruguay, el presidente de la central sindical única PIT-CNT, Marcelo Abdala, aseguró a EFE que luchan contra la desigualdad y por la reducción de la jornada desde las 44 hasta las 40 horas semanales e impulsando un plebiscito para convertir la Seguridad Social en un derecho humano fundamental.

Luces y sombras 

En Bolivia, los principales logros de su sindicato COB en los últimos años han sido el incremento del salario mínimo, que pasó de los 500 bolivianos (72 dólares) en 2006 a los 2.500 (362 dólares) en 2024, negociaciones que cada año sostiene directamente con el Gobierno, sin la participación de la patronal.

El cambio más relevante en Argentina fue el crecimiento de los movimientos sociales, pero al mismo tiempo ha crecido el trabajo informal.

Aunque la tasa de paro es baja (5,7 % en 2023), sólo la mitad de los trabajadores son asalariados formales y, por lo tanto, amparados por un convenio colectivo de trabajo. El resto es empleo informal o por cuenta propia, y en parte, su representación ha sido captada por las llamadas organizaciones sociales con alto poder de movilización.

Los movimientos sindicales peruanos, tras no haber contado en las últimas décadas con mucho peso en la sociedad, lograron una gran relevancia con la elección como presidente en 2021 de Pedro Castillo, un antiguo líder del sindicato de maestros.

Sin embargo, en la actualidad viven un ocaso en su capacidad de movilización y un descrédito por su vinculación precisamente al expresidente Castillo. EFE

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