En un nuevo capítulo de las relaciones comerciales globales, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció esta semana un acuerdo comercial preliminar con China, aún pendiente de la aprobación final de su par, Xi Jinping.
El entendimiento contempla elementos estratégicos: el suministro de tierras raras por parte de Beijing, el fortalecimiento del intercambio académico bilateral y una estructura arancelaria asimétrica, en la que EEUU aplicaría un arancel del 55% sobre productos chinos, mientras que China mantendría un gravamen del 10% sobre bienes estadounidenses.
Aunque la diferencia en cargas arancelarias es significativa, Trump aseguró que la relación con China atraviesa un momento “excelente”. Este acercamiento diplomático genera expectativas positivas en los mercados de materias primas agrícolas, especialmente en el caso de la soja, dado que China representa el principal motor de la demanda internacional.
Clima favorable en EEUU y presión sobre los precios
Sin embargo, más allá del plano político, el mercado de soja se encuentra condicionado por una combinación compleja de factores productivos y comerciales. En Estados Unidos, las condiciones climáticas actuales son especialmente favorables para los cultivos: buenos niveles de humedad y temperatura en las principales zonas agrícolas refuerzan las previsiones de altos rendimientos para la campaña 2025/26.
De acuerdo con el último reporte del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA), la siembra de soja ya superó el 90% del área planificada, y la mayoría de los cultivos se encuentran en estado bueno a excelente. Este panorama productivo añade presión bajista sobre los precios internacionales, al anticipar una oferta abundante desde el mayor exportador mundial.
China: el factor clave de la demanda global
La mirada de los analistas continúa enfocada en China, que mantiene su papel como principal importador global de soja. Según estimaciones del USDA, se prevé que el gigante asiático importe 112 millones de toneladas durante la campaña 2025/26. No obstante, la falta de avances concretos en las negociaciones bilaterales podría generar incertidumbre en el ritmo de compras y derivar en nuevas revisiones bajistas en las próximas proyecciones del organismo estadounidense.
Esta incertidumbre comercial, en combinación con la elevada oferta, configura un escenario de volatilidad para los precios, con implicancias directas para países exportadores como Paraguay, cuya economía encuentra en la soja uno de sus pilares fundamentales.
Inventarios globales y el rol de Sudamérica
Un aspecto determinante del escenario actual es la tendencia al alza en los inventarios globales de soja, a diferencia de lo que ocurre con otros cultivos como el maíz o el trigo. El USDA proyecta que las existencias finales de soja a nivel mundial se ubiquen en 125,3 millones de toneladas, un incremento respecto a los 124,2 millones estimados para el ciclo anterior.
En contraste:
Maíz: los inventarios bajan de 285,0 a 275,2 millones de toneladas.
Trigo: se ajustan de 264,0 a 262,8 millones de toneladas.
Esta sobreoferta de soja encuentra su respaldo, además, en el sólido desempeño sudamericano. En Brasil, el mayor productor mundial, la agencia oficial de cultivos (Conab) revisó al alza su estimación de cosecha, ubicándola en 169,6 millones de toneladas, por encima de los 168,3 millones previstos previamente.
El incremento obedece a condiciones climáticas ideales y altos rendimientos en regiones clave como Mato Grosso, consolidando un contexto de disponibilidad global elevada que limita las posibilidades de una recuperación sostenida en los precios.
Conclusión: un mercado en equilibrio inestable
El mercado global de soja se encuentra actualmente en un punto de equilibrio frágil, condicionado por el contraste entre las señales diplomáticas entre EEUU y China, y la realidad productiva dominada por la abundancia de oferta.
Para Paraguay, este entorno presenta desafíos estratégicos: ante una posible estabilización o caída de precios, resultará clave fortalecer la eficiencia productiva, diversificar destinos de exportación y optimizar márgenes comerciales. La soja sigue siendo una pieza central del rompecabezas económico regional, pero su evolución dependerá —más que nunca— de factores globales ajenos al control local.
