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Paraguay crece, pero ¿quién siente ese crecimiento?

Por Alexandre Perini

Aunque Paraguay destaca en estabilidad macroeconómica, gran parte de su población no percibe mejoras reales en su calidad de vida. Descubrí por qué ocurre esto y qué caminos pueden transformar el crecimiento en desarrollo inclusivo.

Entendiendo la paradoja del desarrollo y cómo podemos convertir los buenos datos en bienestar real

Paraguay lleva años destacándose como uno de los países más estables y ordenados a nivel macroeconómico en América Latina. Mientras otros países enfrentan inflación desbordada, crisis fiscales o recesiones prolongadas, Paraguay mantiene las cuentas en orden, la moneda relativamente fuerte, y un nivel de endeudamiento bajo. En el papel, son razones para celebrar. Y lo son.

Pero al mismo tiempo, en las calles, en los barrios, en el campo y en los mercados, la pregunta se repite:

“¿Por qué si a Paraguay le va bien, a mí no me va mejor?”

Esa sensación no es solo percepción: es una realidad. Hay una brecha entre los indicadores económicos y la vida cotidiana. Pero la buena noticia es que esa brecha no es inevitable. Es una oportunidad. Si reconocemos los desafíos y actuamos con decisión, podemos transformar el crecimiento en desarrollo real.

Crecemos, sí… Pero de forma desigual

Los motores del crecimiento paraguayo están claros: la agricultura mecanizada, las exportaciones de energía, una gestión fiscal prudente. Pero ese modelo ha favorecido sobre todo a sectores concentrados, que generan poco empleo y que no redistribuyen lo suficiente.

La clave está en diversificar

No se trata de dejar de crecer, sino de crecer de forma más inclusiva, apostando también a sectores intensivos en empleo, como la industria ligera, la construcción sostenible, el turismo interno o la economía del conocimiento. Estos sectores pueden conectar mejor con las capacidades y necesidades de la población paraguaya.

Empleo digno: El eslabón perdido

Aunque las cifras de desempleo abierto en Paraguay no son alarmantes, la informalidad y el subempleo afectan a más de la mitad de los trabajadores. Eso significa que muchas personas tienen trabajo, pero no derechos, ni ingresos estables, ni futuro asegurado.

Pero hay caminos:

  • Fomentar la formalización simplificando trámites
  • Premiar a las empresas que formalizan y capacitan
  • Impulsar el empleo joven y femenino con políticas específicas
  • Con voluntad política e innovación, el empleo puede convertirse en el canal más efectivo para que el crecimiento se sienta en los hogares.
  • Inversión pública que transforme

Históricamente, Paraguay ha invertido poco en servicios públicos. Pero ese escenario puede cambiar si repensamos el presupuesto como una herramienta de equidad y transformación.

Invertir más —y mejor— en educación, salud, transporte, vivienda y conectividad digital tiene un efecto multiplicador. Cada escuela equipada, cada centro de salud bien atendido, cada camino mejorado, acorta la distancia entre el Paraguay oficial y el real.

El país ya tiene una ventaja: su bajo endeudamiento le da espacio para hacerlo de forma responsable. Ahora toca priorizar con inteligencia.

Tributación justa para un desarrollo real

Si queremos un Estado que haga más, necesitamos un Estado que tenga más recursos. Y eso solo se logra con un sistema tributario más progresivo y equitativo.

Revisar exoneraciones, combatir la evasión, fortalecer el impuesto a la renta, e incluir mecanismos para que quienes más ganan contribuyan más no es solo justo, sino necesario.

Una reforma fiscal bien comunicada y diseñada puede fortalecer el contrato social, mejorar la calidad del gasto y devolverle a la ciudadanía la confianza en que los impuestos sirven para algo.

Del centralismo al desarrollo territorial

Uno de los retos clave de Paraguay es su desequilibrio territorial. Asunción y su área metropolitana concentran la mayoría de las oportunidades, mientras que muchas regiones del interior enfrentan abandono estructural.

La solución no es recienteralizar, sino todo lo contrario:

  • Descentralizar presupuestos y decisiones
  • Fortalecer los gobiernos locales
  • Invertir en polos de desarrollo fuera de la capital
  • Impulsar una conectividad real: caminos, internet, servicios públicos

Así, cada paraguayo, sin importar dónde nazca o viva, podrá tener oportunidades reales de progreso.

Educación: Más que un gasto, una inversión en futuro

Ninguna transformación será sostenible si no fortalecemos la educación. La escuela sigue siendo la herramienta más poderosa para construir movilidad social. Pero necesita inversión, innovación y cercanía.

La reforma educativa debe ser valiente y realista:

  • Formación docente continua
  • Tecnología al servicio del aprendizaje
  • Currículos que conecten con el mundo laboral
  • Educación técnica y superior accesible en todo el país

Una nueva generación bien formada puede liderar el Paraguay del futuro y cerrar muchas brechas actuales.

Participación ciudadana: La fuerza que puede acelerar el cambio

Nada de esto será posible sin una ciudadanía activa. La transformación no solo vendrá de los ministerios, también de las comunidades, de los jóvenes, de las empresas que apuestan por el país, de los emprendedores que innovan, de las cooperativas que generan oportunidades.

Paraguay tiene un tejido social fuerte, con redes de solidaridad, creatividad popular y un enorme sentido de pertenencia. Si ese capital social se conecta con políticas públicas claras y justas, el país puede dar un salto cualitativo.

¿Y entonces? ¿Estamos mal o estamos bien?

La respuesta es: estamos a mitad de camino.

No hay que negar los avances: Paraguay tiene estabilidad macroeconómica, paz social, democracia funcional y una economía que sigue creciendo. Pero tampoco podemos ignorar que ese crecimiento todavía no llega a todos.

La gran oportunidad es ahora: transformar las fortalezas en bienestar.

  • Convertir el crecimiento en empleo
  • La estabilidad en inversión pública
  • Los buenos datos en buenas vidas

Paraguay tiene todo para lograrlo: recursos, gente capaz, juventud, estabilidad, aliados estratégicos. Lo que falta es decisión, planificación y liderazgo colectivo.

Un futuro que podemos construir

No es ingenuo ser optimista. Es una elección. Ver la realidad con sus luces y sombras, pero elegir actuar sobre ella, construir, proponer, avanzar. Paraguay no necesita resignarse a la brecha entre los números y la vida real. Puede —y debe— ser el país donde los buenos indicadores se traduzcan en dignidad, oportunidades y esperanza.

Y eso comienza con una conversación honesta, como esta.

Porque solo cuando entendemos lo que está mal, podemos imaginar lo que puede estar mejor.

Y solo cuando imaginamos lo mejor, empezamos a construirlo.

Alexandre Perini

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