Bogotá, 29 oct (EFE).- El planeta atraviesa una crisis «sin precedentes» de hambre y seguridad alimentaria, con dos hambrunas activas en Gaza y Sudán, un desplome en la inversión humanitaria y un escenario cada vez más peligroso para los cooperantes, advirtió a EFE el director adjunto del Programa Mundial de Alimentos (PMA) de Naciones Unidas, Carl Skau.
«Vivimos una tormenta perfecta: necesidades históricas, una caída drástica de los fondos y un aumento del peligro para los trabajadores humanitarios», afirmó Skau en una entrevista durante su visita a Colombia, donde recorrió comunidades indígenas y escuelas del desértico departamento de La Guajira, uno de los más afectados por el hambre y la desnutrición infantil.
El funcionario explicó que el PMA enfrenta este año un recorte del 40 % de su presupuesto global, lo que ha obligado a reducir personal y asistencia en varios países.
«Solo en Afganistán pasamos de atender a nueve millones de personas a apenas un millón y medio. Sabemos que morirán niños este invierno simplemente porque no tenemos los recursos», lamentó.
Hambre como arma de guerra
Skau describió la situación como «límite» para los territorios en conflicto. En Gaza, «la situación es una catástrofe, una hambruna real», dijo.
Aunque el reciente alto el fuego, en vigor desde el 10 de octubre, ha permitido reabrir panaderías y comedores, el flujo de ayuda sigue siendo insuficiente: «Necesitamos que entren al menos 600 camiones diarios; hoy apenas alcanzamos los 150», señaló.
El director adjunto del PMA también denunció que el hambre se ha convertido en una herramienta de guerra, algo que «viola todos los principios del derecho internacional humanitario», recordó.
«Hay regiones enteras donde el acceso a los civiles se bloquea deliberadamente. No se trata de una falta de voluntad de los humanitarios, sino de barreras impuestas», subrayó.
Humanitarios en peligro
A la emergencia alimentaria se suma la reducción del financiamiento internacional, especialmente de los principales donantes del PMA —Estados Unidos, Alemania y el Reino Unido—, cuyos aportes se han desplomado, pasando de 9.000 millones de dólares en 2024 a 6.400 millones en 2025, según un informe del organismo.
«Buscamos diversificar nuestras fuentes, incluso con nuevos países y empresas, pero eso no compensará la pérdida de nuestros contribuyentes principales», explicó Skau.
El funcionario señaló además que el trabajo humanitario enfrenta riesgos cada vez mayores, con un aumento alarmante de los ataques y restricciones al acceso.
«El año pasado fue récord en número de trabajadores asesinados, y este año parece que superaremos esa cifra. Nunca había sido tan peligroso ser humanitario», subrayó.
Aun así, Skau mantiene el optimismo: «Todavía ayudamos a 100 millones de personas en el mundo. Es posible marcar una diferencia, pero necesitamos solidaridad internacional, respeto por las normas humanitarias y recursos suficientes. De lo contrario, millones seguirán muriendo de hambre en silencio», sentenció.
Colombia como ejemplo
Durante su visita a Colombia, Skau quiso conocer la experiencia del programa que el PMA desarrolla junto al Gobierno de Gustavo Petro.
Este esfuerzo, centrado en las escuelas y en la atención a comunidades vulnerables, es considerado por el organismo como un modelo de cooperación que podría replicarse en otras regiones.
En 2024, la evaluación de seguridad alimentaria del PMA reportó que trece millones de colombianos —el 25 % de la población— están en situación de inseguridad alimentaria moderada o severa, lo que representa una leve mejora del 5 % frente al año anterior.
Las múltiples afectaciones por violencia, conflicto armado, migración, choques económicos y fenómenos climáticos han impactado los medios de vida de millones de personas en el país, especialmente mujeres, comunidades indígenas y afrocolombianas, dijo.
En respuesta, el PMA desplegó un plan de asistencia humanitaria que llegó a más de 722.600 beneficiarios en 2024, de los cuales el 45 % fueron mujeres.
«Colombia enfrenta sus propios desafíos (…) Pero también ofrece lecciones sobre cómo construir soluciones sostenibles con las autoridades locales», destacó Skau, quien residió en el país entre 2000 y 2002.
El diplomático insistió en que la asistencia internacional no es una solución de largo plazo y por eso el objetivo del PMA en Colombia es fortalecer las capacidades nacionales con el Gobierno para que los programas puedan sostenerse más allá del apoyo externo.
«Queremos ayudar a crear estructuras permanentes. Al final, el combate al hambre debe ser liderado por los propios gobiernos», dijo. EFE
