Pese a un crecimiento económico robusto impulsado por el consumo y la apreciación del tipo de cambio, los paraguayos muestran una confianza en mínimos que no acompaña la actividad real.
La inflación SAE cae con fuerza mientras los alimentos siguen presionando, generando tensiones en el poder adquisitivo de los hogares de menores ingresos.
En la foto: Wildo González, economista jefe de Basa Capital.
La economía paraguaya llega al final del 2025 con señales contundentes de dinamismo, pero con una población que no comparte el mismo optimismo. Esa es la principal conclusión del informe “Actividad Económica, Inflación y Confianza del Consumidor”, elaborado por el economista jefe de Basa Capital, Wildo González.
Según el documento, el país registra un crecimiento anual de 6,7% según el Indicador Mensual de Actividad Económica del Paraguay (Imaep), impulsado por un consumo privado que se expande incluso más rápido: 8,4% anual, una de las tasas más altas de los últimos años.
Sin embargo, este vigor contrasta con un fenómeno inquietante: la confianza del consumidor continúa deteriorándose, con indicadores negativos en las percepciones sobre el país, el hogar y la situación personal. La divergencia entre datos duros y sentimiento ciudadano marca la paradoja económica del momento.
Un consumo acelerado y una economía por encima de tendencia
El informe destaca que la actividad económica sigue operando por encima de su tendencia de largo plazo, impulsada por una expansión multisectorial. El sector terciario, ligado al comercio y los servicios, crece 7,67% anual, apoyado en el fuerte flujo de importaciones de consumo, mientras que el sector secundario lo hace al 4,92% anual, sin signos de haber sido afectado por la apreciación del tipo de cambio.
El corazón del crecimiento es el consumo familiar, con comportamientos diferenciados según el tipo de bienes. Mientras los supermercados apenas avanzan 3,52%, las categorías más sensibles al tipo de cambio, como grandes tiendas, equipamientos para el hogar y vehículos, muestran expansiones sobresalientes.
- Equipamientos del hogar: +11,68%
- Venta y mantenimiento de vehículos: +15,84%
- Grandes tiendas y vestuario: +10,71%
Estas cifras reflejan la influencia directa de un tipo de cambio que se apreció con fuerza y abarató los bienes importados. Según González, este efecto está generando importantes “cambios en los precios relativos de la economía”, que favorecen a ciertos sectores y modifican los patrones de compra de las familias.
Inflación contenida, pero con señales de alerta
Aunque la inflación total se mantiene controlada, el informe subraya un punto crítico: la fuerte caída en la inflación SAE, fuertemente influida por la apreciación del dólar que empuja a la baja los precios de los bienes transables. En contrapartida, la inflación de alimentos continúa en niveles superiores y afecta especialmente a los quintiles de ingresos más bajos.
Esta asimetría podría estar deteriorando los salarios reales de los hogares más vulnerables. “La posición actual de la TPM estaría generando efectos diferenciados entre sectores y estratos, impactando negativamente a quienes destinan mayor proporción de su ingreso a alimentos”, advierte.
La caída de la confianza, el dato más preocupante del tablero
El Índice de Confianza del Consumidor (ICC) profundiza su trayectoria negativa pese a la mejora del entorno macroeconómico. Tanto la percepción sobre la situación del país como la del hogar y la personal están en terreno contractivo.
Esta desconexión entre ánimo y actividad podría explicarse por: salarios reales que no crecen al ritmo del empleo, mayor peso de la inflación de alimentos sobre los hogares más sensibles, dudas sobre la sostenibilidad del crecimiento impulsado por bienes durables, sectores rezagados como la construcción (-3,48%) y la telefonía móvil (-5,83%).
González señala que “los beneficios del crecimiento no están llegando de manera uniforme”, lo que genera una brecha entre los datos macroeconómicos y la economía percibida por las familias.
Un 2026 con desafíos: consumo fuerte, pero desigualdad en la percepción
El informe concluye que Paraguay ingresa al próximo año con bases sólidas, pero con riesgos que requieren seguimiento. El tipo de cambio, la política monetaria y la evolución de los precios relativos serán determinantes para sostener la dinámica del consumo.
La pregunta central es si el impulso actual, muy apoyado en bienes importados y beneficiado por un dólar barato, podrá mantenerse sin generar costos en el poder adquisitivo de quienes dependen mayormente de ingresos fijos. La brecha entre confianza y actividad es, por ahora, el principal punto de tensión de la economía paraguaya.
