Crédito columna: Gustavo Valderrama, economista.
El reciente artículo titulado “Alerta roja en el BCP: La sequía de liquidez en guaraníes amenaza la estabilidad económica” me ha llamado mucho la atención y ha puesto sobre la mesa un problema mucho más profundo que una simple disfunción operativa del Banco Central del Paraguay (BCP).
A mi juicio, lo que ocurre hoy en Paraguay es un quiebre de lectura macroeconómica que, si no se corrige a tiempo, puede desembocar en una pérdida de confianza sistémica en la moneda nacional.
El guaraní no es una moneda internacional. Su uso se limita prácticamente al territorio nacional. Además, el país opera en un entorno regional volátil, con vecinos dolarizados o con alta inflación (Argentina, Bolivia, Brasil), y una economía doméstica donde gran parte de la actividad circula fuera del sistema bancario formal.
En ese contexto, resulta sorprendente que el BCP esté drenando excesivamente la liquidez en guaraníes, como si operara en un sistema robusto y perfectamente bancarizado.
La consecuencia es clara: el sistema financiero se seca, las tasas interbancarias se disparan, la curva se empina artificialmente y la tasa de política monetaria (TPM) pierde total efectividad como señal económica.
Cuando un Banco Central aplica una política monetaria restrictiva en un país con baja monetización, elevada informalidad y escasa demanda estructural de su moneda, puede estar castigando el sistema sin razón. El error no es técnico; es de lectura de la realidad.
Esto es lo que parece estar ocurriendo en Paraguay. El BCP fija una TPM, pero no provee la liquidez suficiente para operar a esa tasa. El canal de transmisión se rompe. Y lo que era una herramienta de calibración se convierte en una distorsión.
¿Qué ocurre? Cuando el crédito en guaraníes se vuelve inaccesible, y el dinero local escasea, las empresas y personas huyen hacia el dólar. La moneda nacional pierde valor funcional como reserva de valor y unidad de cuenta.
El resultado es una presión sobre el tipo de cambio que no proviene del comercio exterior, sino de la pérdida de confianza interna en la moneda nacional.
Esto no es nuevo. Ha pasado antes en economías con características similares. Pero lo preocupante es que Paraguay, un país históricamente prudente, pueda estar entrando en un terreno de inestabilidad monetaria autoinducida.
¿Y si hay un mercado subterráneo que el BCP no está viendo?
Existe una hipótesis posible que la economía paraguaya esté moviendo más dinero por fuera del sistema formal de lo que reflejan los datos oficiales. Eso implicaría que el BCP subestima la necesidad real de liquidez y calibra su política monetaria sobre una base mal medida. En ese caso, cada absorción de liquidez es, en realidad, una asfixia innecesaria para la economía.
Si el BCP no considera esta informalidad, seguirá tomando decisiones para un modelo de papel, no para un país real.
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