Mientras Madrid y Lisboa han adoptado diversas medidas, Roma y París no han aplicado los cambios necesarios.
Cuando la crisis en la zona euro estalló hace casi cuatro años, la troika –el Banco Central Europeo, la Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional– planteó como solución dos medidas: aplicar una rigurosa austeridad fiscal e implementar reformas económicas.
Si bien no existe consenso sobre la efectividad de los recortes en medio de severas contracciones en la actividad, sí está claro que las transformaciones estructurales en los países aproblemados serán clave para sostener la prosperidad de la región en el futuro.
Un estudio publicado el mes pasado por la Comisión Europea y citado por el periódico Financial Times reveló que sin estos profundos cambios, los estándares de calidad de vida en el bloque monetario en comparación a los de Estados Unidos serán menores en 2023 que lo que eran en la década de los ’60. Por el contrario, si la zona aprueba proyectos para hacer sus mercados más competitivos, los ingresos nacionales podrían aumentar hasta 6% en cinco años, con las economías más débiles disfrutando alzas incluso mayores.
El problema es que existe una división en el centro-sur de Europa entre los países que sí han implementado las medidas requeridas y los que no han mostrado voluntad política para impulsar sus economías. Mientras España y Portugal han destacado por aplicar diversas reformas, Italia y Francia se han quedado prácticamente de brazos cruzados.
Por Constanza Morales H.
Fuente: Diario Financiero